“La familia vapuleada”

Escrito por: Dr. Bárbaro A. Marrero

Triste, tristísimo el hecho de que la familia sea tan maltratada, irónicamente en el día que la ONU ha dedicado, desde 1994, a celebrarla y promoverla. Por estos días se nos quiere inculcar que constituye un error semántico referirse a ella en singular y, con solo añadirle una “s”, ¡cuánto se menoscaba la primera institución humana! Lo que históricamente estaba bien definido, ahora se pretende diluir con una pluralidad artificial. Si todo es familia, en realidad nada lo es. Si toda relación afectiva es una familia, entonces solo hay relaciones humanas. El pasado 14 de mayo, víspera del día de la familia, en el programa televisivo “De tarde en casa”, alguien envió una sencilla pregunta a la Dra. Patricia Arés, especialista en psicología familiar: “¿Cree usted que la familia cubana está en crisis?” La respuesta de la afamada profesora fue que existe un modelo en crisis, pero que las familias cubanas no lo están. ¡Es increíble la facilidad con la que los cubanos resolvemos los problemas, o los hacemos inexistentes! Como supuestamente no hay un modelo único de familia, toda variante es aceptada y plausible. Me recuerda al arquero que, en lugar de tirar a un blanco definido, prefiere lanzar la flecha al azar y, donde caiga, le pinta un círculo negro alrededor. Ahora los consejeros familiares tienen un trabajo más sencillo. Cuando vienen personas que creen tener problemas de funcionalidad familiar, solo hay que convencerlos de que no experimentan una crisis, sino un modelo diferente de familia. Interesante solución. Hoy la familia tradicional es para algunos la gran culpable, el problema que hay que atacar. Duele profundamente ver y escuchar cómo el concepto de familia que siempre hemos conocido y que se ha aceptado desde tiempos inmemoriales, ahora es bombardeado con adjetivos peyorativos. La gran mayoría de los entrevistados en nuestra televisión coinciden en que el modelo de familia tradicional es arcaico, obsoleto, retrógrado, machista y patriarcal (sí, este también es un término insultante para ellos). ¡Cómo cambian los tiempos! Hasta hace poco se enseñaba con vehemencia en las clases de cívica que la familia es la célula fundamental de la sociedad. No solo se empleaba el término en singular, sino que se le otorgaba una importancia primordial. El núcleo central de esa unidad orgánica se entendía que era el matrimonio, definido en nuestra Constitución de 1975 como “la unión voluntaria concertada de un hombre y una mujer con aptitud legal para ello.” Hoy tenemos una nueva Constitución, donde se declara que “el Estado reconoce y protege las familias, cualquiera sea su forma de organización, como célula fundamental de la sociedad.” No define en qué consiste esa célula; solo afirma explícitamente que puede ser cualquier cosa, sin importar la benignidad o malignidad de esas unidades funcionales, cuando todos sabemos lo que significa la multiplicación de células malignas. Sin dudas, ese inclusivismo constitucional ilimitado es incalculablemente peligroso. No puedo dejar de pensar en cómo se verá la sociedad de mantenerse este rumbo torcido. Si en los tiempos en que se afirmaba, promovía y protegía el modelo tradicional de la familia, y su importancia era axiomática para la sociedad, abundaban los conflictos intrafamiliares, con las dolorosas consecuencias para cónyuges, hijos, abuelos, parientes y amigos en general, ¿qué sucederá ahora que todo conspira declaradamente contra ese patrón ideal? Un lúgubre futuro nos espera si los que propagan esta campaña son exitosos en sus fines. Nada hay más saludable social y emocionalmente que ese vituperado modelo tradicional. Es cierto que, por disímiles causas, la familia puede terminar fracturada, mutilada y reensamblada. Lamentablemente, el núcleo consanguíneo original, con frecuencia, no permanece unido. Por supuesto que en estos casos lo que queda de la familia tiene que seguir adelante de la mejor manera posible; pero ese nunca será el ideal, ni debe ser promovido como tal. La familia es extremadamente frágil, por lo que se desajusta, desequilibra y desmembra fácilmente. La familia tiene cuantiosos enemigos que constantemente la amenazan, y sufre sus embates, aun en las sociedades que reconocen su importancia. ¿Qué podemos esperar de una nación donde el gobierno, la Constitución, los medios masivos de comunicación, los profesionales de la salud que se publicitan y la propaganda escolar coinciden en desacreditar ese modelo y promover todo tipo de nuevas estructuras, prácticamente sin límite alguno? Nos toca, a los que aún creemos en el valor de la familia (que cada día somos menos), defenderla, promoverla y ponderarla. Estoy convencido de que no hay diseño superior al de un hombre y una mujer que se aman y se comprometen en una relación exclusiva; que no compiten, ni reclaman derechos, ni se afanan en ser iguales, sino que son conscientes de que cada uno tiene el mismo valor intrínseco; pero también reconocen sus peculiaridades anatómicas, biológicas, psicológicas y funcionales, lo cual, en lugar de ser una debilidad a erradicar constituye una fortaleza a afirmar. La familia necesita de la fuerza del padre, su protección, su liderazgo y su autoridad (no autoritarismo). Asimismo, necesita de la sensibilidad, la ternura y el cuidado maternal. Este complemento es el ambiente ideal para que los niños sean protegidos, enseñados, guiados, aconsejados, disciplinados y se desarrollen como ciudadanos responsables. Asistimos a un día infausto en la historia. En un tiempo como este, la pregunta de David en Salmos 11:3 se torna marcadamente oportuna: “Si fueren destruidos los fundamentos, ¿qué ha de hacer el justo?” No podemos hacer otra cosa que mirar al Señor, rogar Su intervención y seguir proclamando el Evangelio de Jesucristo. Celebremos la familia, seamos paradigmas del valor que profesamos, fortalezcamos el matrimonio como lo diseñó Dios y declaremos con denuedo que este no solo es el mejor modelo, sino el único modelo plausible. El Señor nos ayude.

Este material es usado con permiso y ha sido tomado de: https://www.facebook.com/barbaroabel.marrero/posts/1813648985460968

Comparte en